Viven en una comunidad en dos pequeñas malocas (casas comunales) hechas de paja. Son cazadores aficionados – el jabalí, el agutí y el tapir son piezas muy apreciadas -, y cultivan el maíz y la mandioca en pequeños huertos. También recolectan frutas del bosque y a veces pescan peces de pequeño tamaño en los arroyos.
Los akuntsus fabrican flautas de madera que utilizan en danzas y rituales. Llevan pulseras y tobilleras hechas de fibra de palmera. Los collares de conchas han sido sustituidos por otros de plástico brillante que los akuntsus recortan de contenedores de pesticida desechados por los terratenientes.
Para las ceremonias se pintan el cuerpo con bija (tinte de annato).
En 1995, trabajadores de campo contratados por la FUNAI, el Departamento gubernamental de Asuntos Indígenas, contactó con un grupo de cinco indígenas kanoês, un grupo que vive en la misma zona que los akuntsus. Los kanoês informaron a la FUNAI de que habían visto huertos y viviendas pertenecientes a otro grupo aislado cercano, al que conocían por el nombre de akuntsu.
Ese mismo año, pocos meses después, contactaron finalmente con los akuntsus. De forma alarmante, su número ascendía a tan sólo siete individuos. Una de las hijas de Konibu ha muerto desde entonces en el año 2000 tras la caída de un árbol sobre la casa durante una tormenta y Ururu, la mujer más anciana, murió en octubre de 2009.
La FUNAI tenía evidencias de la existencia de indígenas aislados en Rondônia desde los años setenta. La construcción de una carretera de gran envergadura, conocida como la BR-364, trajo consigo oleadas de ganaderos, madereros, especuladores de tierra y colonos que fueron ocupando el Estado.
A medida que se destruía más y más bosque, los grupos aislados se iban viendo forzados a escapar de las excavadoras y a buscar refugio en áreas menguantes de bosque. Jamás sabremos cuántos murieron a causa de la enfermedad y la violencia.
Ese mismo año, pocos meses después, contactaron finalmente con los akuntsus. De forma alarmante, su número ascendía a tan sólo siete individuos. Una de las hijas de Konibu ha muerto desde entonces en el año 2000 tras la caída de un árbol sobre la casa durante una tormenta y Ururu, la mujer más anciana, murió en octubre de 2009.
La FUNAI tenía evidencias de la existencia de indígenas aislados en Rondônia desde los años setenta. La construcción de una carretera de gran envergadura, conocida como la BR-364, trajo consigo oleadas de ganaderos, madereros, especuladores de tierra y colonos que fueron ocupando el Estado.
A medida que se destruía más y más bosque, los grupos aislados se iban viendo forzados a escapar de las excavadoras y a buscar refugio en áreas menguantes de bosque. Jamás sabremos cuántos murieron a causa de la enfermedad y la violencia.
Aunque su tierra ha sido reconocida legalmente y la FUNAI está presente de forma permanente en la zona, los akuntsus están rodeados por terratenientes hostiles. Alguno de ellos aún tiene edificios, empleados y rebaños de ganado en territorio akuntsus. La FUNAIestá intentando expulsar a los terratenientes, y el caso está actualmente en los tribunales.
Habiendo presenciado el genocidio de su pueblo y habiendo sufrido la violencia extrema de los pistoleros contratados por terratenientes, los akuntsus se muestran temerosos y desconfiados con la mayoría de los foráneos, especialmente hacia los empleados de las haciendas.
Al tratarse de un pueblo muy aislado, los akuntsus son extremadamente susceptibles a enfermedades de foráneos. A menos que decidan unirse a miembros de otros grupos indígenas, lo que parece poco probable, este pequeño pueblo desaparecerá de la faz de la tierra para siempre, y se completará así el genocidio de los akuntsus.
Habiendo presenciado el genocidio de su pueblo y habiendo sufrido la violencia extrema de los pistoleros contratados por terratenientes, los akuntsus se muestran temerosos y desconfiados con la mayoría de los foráneos, especialmente hacia los empleados de las haciendas.
Al tratarse de un pueblo muy aislado, los akuntsus son extremadamente susceptibles a enfermedades de foráneos. A menos que decidan unirse a miembros de otros grupos indígenas, lo que parece poco probable, este pequeño pueblo desaparecerá de la faz de la tierra para siempre, y se completará así el genocidio de los akuntsus.
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